28 ene 2014

Adictos a la escritura: Las Horas

 Este es mi primer relato para Adictos a la Escritura. No salió como quería, pero aquí esta. Para este ejercicio debiamos elegir una imagen y luego nos dirian que genero era. 
                                              Yo elegí esta imagen y el genero era de terror.

Las Horas.

   Otras vacaciones de invierno en las cuales su familia iba al sur, donde su abuela vivía. Era más bien una cabaña en el bosque, a un kilometro del pueblo más cercano. Aburrido, ¿no? Más de uno estaría de acuerdo, pero no Elsa. Claro, ella solamente tenía 10 años y su abuela creía que en un par de años lo encontraría aburrido. La anciana siempre bromeaba con “aprovechar el tiempo con su nieta”, ya que no tardaría en crecer y querer pasar tiempo con sus amigos. Aunque no lo demostraba, a la niña le dolía escuchar eso. ¿Por qué su abuela pensaba eso? Ella no era su hermana, quien siempre se quejaba y suplicaba a sus padres que la dejasen con su mejor amiga. Sin embargo, siempre se rehusaban.
   El lugar siempre fue tranquilo y fresco, lo cual Elsa amaba porque odiaba el calor. No había internet, ni señal, pero realmente no importaba. Extrañaría un poco a su programa favorito, pero nada más.
Sin embargo, ese viernes frío sucedió algo... extraño. Elsa y su hermana estaban encargadas de buscar leña para la chimenea, ya que no tenían un calefón y la temperatura bajaba.


 - Odio este lugar. - se quejó, por lo que pareció la décima vez, suspirando en agonía.
- ¿Por qué? ¡Mira todo el espacio que hay! - dijo Elsa, señalando a los árboles. - Nuestro patio no es muy grande.
- ¿De qué sirve el espacio si no...?


Entonces escucharon una alegre voz detrás de ellas, la de un jóven que cargaba leña.


 - Hola, soy Esteban. ¿Se mudaron cerca? - Preguntó con una sonrisa. Tenía el cabello de un castaño oscuro y ojos color avellana, usaba menos ropa que ellas (debí de estar acostumbrado a ese frío ya)
 - No, nosotras... ¿De dónde saliste? Pensé que el pueblo estaba a un kilometro...
 - ¡Elsa! No seas grosera. - dijo su hermana, quien no paraba de sonreírle a Esteban. - Disculpala, ya sabes como son los niños...
 - ¡No soy una niña! Y que no me disculpe, es un desconocido. Puede ser un asesino.
 - ¡Elsa!
Sin embargo, el muchacho simplemente rió.

- No, la verdad es que es inteligente. Pero un extraño no te daría mi nombre si fuese un asesino, ¿o no?
 
  ¡Por favor! Uno, podría estar mintiendo y dos, ¡de nada servía saber el nombre de tu asesino si estabas muerta! Pero Elsa no iba a apuntar a lo obvio porque haría enojar a su hermana.

  - Mi nombre es Sophie y ella es mi hermana Elsa. ¿Por qué no te he visto antes? Estoy segura de que te habría recordado.

   La pequeña puso sus ojos en blanco y se marchó a buscar la leña, ya que su hermana parecía estar muy distraída. Tan distraída como para ver como ella se iba alejando y alejando. Elsa había caminado de un lado a otro, recogiendo cada leña que veía hasta que sus brazos no aguantaban más. Realmente creía que era lo suficiente mayor e inteligente para no perderse...
  ¡Que tonta! Sus padres debían de estar preocupados, como su abuela y... No, seguro que Sophie seguía hablando con ese tarado. No tenía reloj, por lo que no estaba segura de cuanto tiempo había pasado, pero estaba cansada.
  "Elsa".
  - ¿Sophie? - Pero no, no sonaba como ella. No sonaba como nadie que conociera...
  - No deberías estar sola, Elsa.
 
  Ella dio un salto, dejando caer algunas leñas, al escuchar esa voz. Se giró para ver quien le hablaba, pero no encontró a nadie.

  - El punto no es que me veas, sino que no lo hagas. - explicó la voz.
  - ¿Quién eres?
  - Un ángel.
  - ¿Por qué estas aquí?
  - Estoy esperando.
  - ¿A qué? - Elsa encontraba desesperante a ese ángel, que decía tan poco. ¡No podía aparecerse así y actuar tan misterioso!
  - No actuó por actuar, pequeña. Dime, ¿cuántas horas crees que pasaron?

  ¿Horas?
  
   - ¿Dos?
   - Siete. - respondió la voz distante, lo cual hizo que Elsa tirase la leña y su corazón latiese muy fuerte. No, si hubiese pasado tanto tiempo entonces sería... Oscuro, estaba muy oscuro. - Tenemos que esperar.

   Ella quiso preguntar a quien o a qué deberían esperar. Pero temía a la respuesta, así que se sentó bajo un árbol y se abrazó a sí misma. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no sentía frío, lo cual la hizo temer más. ¿Qué estaba pasando?

   - ¡ELSA! - gritó alguien, un hombre. ¡Su padre! Contenta, corrió hacia él pero la ignoró. Fue entonces que noto a una niña en el piso, ella junto a su padre se acercaron a ella y... ¡No!
   -  ¡No puede ser yo! ¡No puedo estar muerta!
   -  Por eso es necesario esperar de vez en cuando, ¿no? No, no lo estas. Si hubiese pasado una hora más, sin embargo... Espero no verte por un tiempo, pequeña.

  Un par de horas después Elsa se despertó en una cama, sin recuerdo de aquella voz que no volvería a escuchar dentro de setenta y cinco años.